sábado, 14 de noviembre de 2009

LA EXOTICA CADENCIA DEL REGGAE MALLORQUIN

Bajo el paraguas tricolor de la bandera jamaicana se abre un oasis donde el tiempo es capaz de detenerse. El paisaje idílico habla el lenguaje cálido de playas y palmeras. La realidad lo traduce en siglos de esclavitud, guerra e injusticia reconvertidos en el manifiesto musical –con Bob Marley como predicador– del reggae. Milenios y kilómetros después, la historia se repite en Mallorca.Cuando Andrés Navarro no lo sabía, él ya estaba predestinado al reggae. La rebeldía rockera y juvenil sólo había dejado las influencias paternas en un congelador temporal que se abrió con los primeros rayos de la madurez. Su voz sonaba y respiraba con la cadencia y el calor de la herencia de Bob Marley, Burning Spear y Steel Pulse. La eterna primavera mallorquina parecía invitarle a repetir la hazaña entre guitarras, percusiones y bajos. El exotismo vendría de la propia música.La fe viviente del hombre de fuego –traducción de Fiyahman Livity– comenzaba a ver la luz en 2006. «El reggae es la llave de expansión del mensaje rastafari contra la política, la injusticia, el racismo o la pobreza», explica Andrés. Una auténtica religión –con biblia propia– de la que él era un ferviente seguidor. Faltaban aún algunos fieles más –por lo menos en lo musical– que creyeran con la misma pasión en el nuevo proyecto. En una cascada de casualidades aparecieron Mat Petelicki (guitarras y teclado), Aníbal Ferrer (batería y percusión) y Carlos Carvajal (bajo).Después de que rock, pop y funky robaran ritmos al reggae, Fiyahman Livity quiso volver al origen. Al estilo que los propios jamaicanos llamaron roots porque está enraizado con su tierra. «Ésta es una música de virtuosismo porque emplea muchos patrones que no se usan en ningún otro estilo», afirma Aníbal. El roots retrasa las bases, aumenta la percusión y busca una espiritualidad capaz de crear toda una atmósfera. El aliño del dance hall lo acerca al baile y al rap. Con la mezcla, ultiman la grabación de su primera maqueta, First bites. En apenas un par de meses han superado la veintena de conciertos, pero disco podrá hablar por ellos cuando aún no estén.Entre el reggae y la sociedad se levanta el brumoso telón de la marihuana, la absenta de los rastafaris, que lo convierte en un género controvertido. «El índice de consumo de marihuna y hachís supera el número de bandas de reggae», casi sentencia Carlos. Detrás del exotismo de rastas y ropa tricolor se esconden –superhéroes del día a día– filólogos, empresarios y publicistas. La rutina lucha porque los hombres de fuego de Fiyahman vistan de americana su rebel music multicolor.

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